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El paper del cooperativisme ( i l’economia social) a Espanya i Europa. Present i futur. Estratègies a desenvolupar

 

Juan Antonio Pedreño Frutos

Presidente de CEPES y COCETA

(Confederación Empresarial Española de la Economía Social)

 “¿Se puede defender que un cambio de época – más que una época de cambios desde luego-, abre nuevas oportunidades al mundo cooperativo?. Yo pienso que sí, señala Joan Subirats en un magnífico artículo titulado ¿Porqué cooperativismo ahora?. Pero esta ventana de oportunidad no creo que tenga que venir justificada por el hecho de que las cooperativas son más resilientes, más capaces de funcionar con menos recursos o pagando peor el trabajo que se hace. A diferencia también de lo que algunos piensan, no creo que estas oportunidades del cooperativismo vengan determinadas por la capacidad de ocultar o hacer menos visibles los rasgos de identidad propios del cooperativismo y camuflarse como una empresa más. Antes al contrario, entienden que hay que poner en primera línea los argumentos más ideológicos y de valores. Dicho de otro modo, hay que ser cooperativistas y simultáneamente empresas eficientes y bien organizadas”.

No puedo estar más de acuerdo con Subirats en la importancia y oportunidades que el cooperativismo tiene ante sí.

Hoy, el cooperativismo, que forma parte de la economía social, se ha convertido en el origen y la razón de ser de este modelo de empresa que representa en Europa cerca de 3 millones de empresas que dan empleo a más de 14 millones de personas, generando el 8% del PIB. Un modelo empresarial que vive de los valores y principios cooperativos. Hoy, apostar por el cooperativismo y la economía social es hacerlo por un modelo empresarial que propone un crecimiento económico sostenible, la búsqueda del pleno empleo y ,sobre todo, la apuesta por un trabajo ético, la igualdad la innovación social y la gobernanza democrática.

Un modelo de empresa que contribuye a reducir las desigualdades entre las personas, que propone la reinversión de todos o de una parte significativa de los excedentes con el objetivo de mantener o crear empleo y la redistribución del resto entre los miembros de la cooperativa – redistribucíón de la riqueza.

 

Hoy, el cooperativismo y la economía social están dando respuesta y aún más lo van a seguir haciendo en el futuro  a muchos de los retos a los que la sociedad se va a enfrentar: cambios demográficos y sociales, cambios tecnológicos y digitalización, cambio climático y medioambiental, transición energética   y económica y a los procesos de globalización que van a generar oportunidades pero también riesgos.

Un modelo que como señala el investigador del Instituto de Estudios cooperativos de Mondragón Unibersitatea, Igor Ortega está siendo cada vez más valorado por los jóvenes. Un modelo que responde al cambio cultural y social que se demanda y que reclaman los jóvenes. Las nuevas generaciones quieren empresas con compromiso social. Quieren por supuesto estabilidad económica pero piden más a su empresa. Quieren formar parte de un proyecto que sientan como propio, que ayude a construir una sociedad mejor, donde puedan aportar y crecer dentro de un trabajo en equipo.

Valores y propuestas que encajan perfectamente con el cooperativismo. Un modelo Responsable socialmente ( va ya de hecho en el ADN de estas empresas), democrático, igualitario y que fomente la participación.

Y todo esto se ha convertido en la columna vertebral de la llamada Economía Social que engloba a Cooperativas como familia más importante, Mutuas, Asociaciones, Fundaciones, Instituciones paritarias y Empresas sociales.

Porque como dice Pepe Mújica expresidente de Uruguay “ han de juntarse los más chicos para poder pelear en este mundo”

La Economía Social define e identifica un modelo de empresa basado en la solidaridad, el compromiso y la participación de las personas en la gestión de la empresa, aspectos que responden a los grandes retos de Europa. Empresas que contribuyen a hacer más social el crecimiento de los diferentes países de nuestro continente por su papel clave en la creación y mantenimiento del empleo. La economía social es “una de las piedras angulares del modelo social europeo”[1] y ha sido un estandarte en la recuperación económica de nuestro país, como confirma el hecho de que este tejido empresarial ha experimentado una menor destrucción de empleo de hasta el 7 por ciento menos con respecto al resto de empresas. Cifra que llegó a alcanzar el 10 por ciento en el caso de las cooperativas.

La economía social representa un modelo empresarial moderno y competitivo que ofrece, además, soluciones innovadoras a las demandas de los mercados y de la sociedad. Es un actor empresarial que se ha consolidado como un acelerador de la innovación social en sectores como la salud, la educación, la vivienda o la atención a personas mayores y dependientes, donde presta servicios de alta calidad.

Unas empresas que impulsan un modelo económico más sostenible a través de inversiones con un fuerte impacto social, que fomenta la transición hacia las energías renovables y nuevas formas de producir y de consumir más respetuosas con el medioambiente. Empresas que con su rica diversidad constituyen en palabras del Parlamento Europeo “un motor de cambio frente a los retos a los que se enfrenta la Unión Europea” y “un pilar fundamental en términos de cohesión y empleo”.

España es un país de referencia en el fomento de la economía social y el cooperativismo, junto con Italia y Francia y está liderando la promoción de este modelo de empresa en Europa.  Nuestro país fue el primer Estado miembro en dotarse de una Ley de Economía Social[2] que ha sido factor clave para generar un entorno institucional favorable para el sector y que ha servido de base para que el Gobierno adopte medidas específicas, como ha sido el Programa  Operativo de Inclusión Social y Economía Social, financiado con el Fondo Social Europeo con 900 millones de Euros hasta el año 2020, que se va traducir en la creación de nuevos miles de empleos y empresas con un fuerte impacto local y territorial. Fruto de esta Ley, en el 2018 se aprobó la Estrategia Española de la Economía Social 2017-2020[3], una hoja de ruta potente para desarrollar y potenciar este modelo empresarial, pionera también en Europa.

Y es precisamente en estos momentos, en este periodo, en el que la sociedad siente una gran desafección hacia las instituciones, como consecuencia de la crisis y del crecimiento de las desigualdades, en el que  muchos ciudadanos aspiran a un nuevo modelo económico más equitativo y generador de bienestar, y donde iniciativas como el Pilar Europeo de Derechos Sociales, la Agenda 2030 y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), son más necesarias que nunca para reivindicar y renovar el compromiso de los ciudadanos con el proyecto de integración europea.

Estamos inmersos en un entorno social cada vez más sensible y consciente de la necesidad de generar respuestas a los problemas reales de las personas. El crecimiento económico y la reducción del desempleo no están siendo lo suficientemente importantes como para generar una mayor cohesión social en Europa que, paradójicamente, ve cómo se están incrementando los niveles de desigualdad y pobreza. Se ha generalizado en una parte de nuestra sociedad, especialmente entre los jóvenes, el sentimiento de que vivimos una crisis estructural y permanente que limita sus expectativas de futuro. Asistimos también a  una vertiginosa transformación económica y social, a causa de la penetración y generalización de las nuevas tecnologías. Una revolución de enorme envergadura que como siempre ocurre en periodos de cambio social, ofrece grandes oportunidades pero también enormes desafíos.

En este nuevo entorno se multiplican las propuestas para establecer un modelo económico en el que prime el interés general y el bien colectivo frente a sistemas que favorecen la concentración de la riqueza en unas pocas manos. Nuevas iniciativas en favor de una sociedad abierta y participativa que asegure una igualdad de oportunidades sobre la que construir una economía más sostenible y equitativa. Son demandas que, en estos momentos, marcan la agenda internacional. Y por tanto la agenda de nuestro país. Y es por ello que también los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas responden a una ambición global de poner fin a la pobreza, de generar un crecimiento económico con impacto positivo en la creación de empleo, a la vez que se atienden las necesidades sociales como la educación, la salud, la protección social y a la lucha contra el cambio climático. Y aquí vuelve a aparecer nuevamente el modelo económico como central.

Cada vez son más voces las que se suman a la demanda de una nueva economía al servicio de las personas y del progreso y la cohesión social. De un nuevo modelo económico en el que la economía social “desempeña un papel considerable a la hora de resolver toda una serie de cuestiones sociales y económicas”, tal y como demanda el Presidente del Comité Económico y Social  Europeo, Luca Jahier.

La Economía Social será sin duda un pilar de esta nueva economía para el futuro de España y de la Unión Europea, porque ha sido y es un actor del cambio que se anticipa y da respuesta a las demandas de la sociedad actual. Y los valores y Principios que rigen este modelo de empresa, como la solidaridad, la participación democrática, la equidad, empresas donde prima la persona por encima del capital, hacen que la Economía Social sea el punto de referencia y de encuentro en el que confluyen las nuevas iniciativas que apuestan por un crecimiento inteligente, sostenible e inclusivo. Empresas  donde el capital es un instrumento necesario para funcionar y alcanzar un objetivo social, o de interés general pero no un fin en sí mismo. Empresas que siempre han demostrado que no reducen sus objetivos a la maximización del beneficio sino que gestionan proyectos en el mercado que generan un impacto positivo, proyectos sostenibles que producen un mayor bienestar de las personas y de la sociedad, mediante la redistribución de la riqueza y la reinversión  en el objeto social de la empresas. Empresas que han hecho de la transparencia un elemento distintivo. Empresas y entidades que se basan y se gestionan mediante la participación de sus miembros .

Y en definitiva, empresas responsables que se rigen por una vocación transformadora de su entorno. Que surgen de la iniciativa emprendedora colectiva para dar respuesta a ” retos comunes de las personas” como el empleo, satisfacer una demanda social o dar soluciones positivas e innovadoras generalmente en el territorio donde surgen. Empresas que no se deslocalizan. Que fijan población al territorio y contribuyen a que no se incremente el porcentaje de pueblos abandonados en nuestro país, en estos momentos en torno al 40 por ciento según un estudio del Consejo Económico y Social de España. Las cooperativas agroalimentarias, las de trabajo asociado y las del sector pesquero son fundamentales para conseguirlo. Y este es un elemento que me parece especialmente característico y determinante para su apoyo.

La Economía Social y por supuesto el cooperativismo, está presente en todos los sectores de actividad económica.  Industria, agroalimentario, educación, sanidad, servicios sociales de interés general, banca, seguros, energías renovables, reutilización y reciclaje (será el eje de la llamada economía circular), vivienda, construcción, consumo, ocio, economía digital- “el futuro es digital. La información hoy es el petróleo del siglo XX”. Una economía que tiene innumerables experiencias innovadoras de éxito a través de start-ups, de pequeñas y medianas empresas o de grandes grupos empresariales. Las empresas de la economía social acceden y compiten en los mercados internacionales- algunas ocupan puestos de liderazgo en sus sectores- , tienen una actitud innovadora para adaptarse a los nuevos tiempos y miran con ilusión al futuro, convencidas de que el compromiso de las personas en sus propios proyectos empresariales supone una ventaja competitiva real en los mercados. Se adaptan a las nuevas tendencias sociales, tecnológicas o de organización del trabajo y del consumo, siendo pioneras en ámbitos como la economía circular, las energías renovables o las telecomunicaciones, sectores en los  que además aporta el valor añadido de su modelo empresarial democrático, redistributivo y solidario que demuestra que su objetivo final es el interés colectivo y el bien común.

Algo incuestionable de este modelo empresarial es su capacidad constante para generar empleo estable y de calidad, pero especialmente en los momentos más necesarios como son las sucesivas crisis por las que estamos pasando, sirviendo como red de contención del desempleo en muchos países. Tal y como nos recuerda el CESE, la Economía Social, en contraste con la tendencia generalizada de aumento del desempleo, ha experimentado un crecimiento de gran relevancia en el número de empleados, pasando de 11 millones en 2003 a 14,5 millones de puestos de trabajo en 2010, lo que representa el 10% del total del empleo en la Unión. Quizá hoy estemos hablando de muchos más empleos pero no tenemos cifras finales.

Es el aliado óptimo de los poderes locales como agente de desarrollo económico y social en los territorios. Además contribuye a reducir las desigualdades y a redistribuir la riqueza, potencia la igualdad y la diversidad y provee servicios sociales accesibles para todas las personas.

Y esta importancia y su valor añadido en Europa ha sido reconocido por las Instituciones Europeas, porque este modelo de empresa ha contribuido de manera efectiva al objetivo que marca la construcción europea desde el Tratado de Roma hasta nuestros días, generar una prosperidad compartida y promover la solidaridad como un medio para construir una sociedad basada en el bienestar de los ciudadanos.

El Consejo de la Unión Europea identifica a la Economía Social como un motor clave del desarrollo económico y social en Europa, para el empleo, la cohesión social, la innovación social, el desarrollo local y regional y la protección del medio ambiente. Una herramienta importante que contribuye a garantizar el bienestar de las personas. Y un sector que ha capeado la crisis económica mucho mejor que otros.

Así se expresa el Consejo en su documento de Conclusiones sobre la Economía Social de Diciembre de 2015, aprobado por unanimidad de todos los Estados miembros, el que se la señala como “Un actor clave para favorecer un crecimiento inteligente, sostenible e integrador”. La Economía Social es una oportunidad para asegurar un proyecto de futuro de cualquier territorio, región y, por supuesto, de España y Europa, que responda a las demandas de los ciudadanos y ciudadanas.

Hace unos meses en Gotemburgo se proclamó el Pilar Europeo de Derechos Sociales. Una iniciativa clave de la Unión Europea donde la economía social adquiere un papel protagonista en este futuro que necesita una Europa más social. Y lo adquiere porque da respuesta a los tres grandes objetivos de esta iniciativa: en primer lugar contribuir a Reducir las desigualdades; en segundo lugar mejorar nuestros sistemas de bienestar y trabajar por mejorar la calidad de vida de las personas y por último y no menos importante responder a los nuevos desafíos que plantean las transformaciones que se van a producir en el mercado laboral como consecuencia de la revolución tecnológica y las nuevas formas de trabajo.

Y responde así porque los valores y principios en los que se basa son fundamentales para reflexionar sobre la sociedad del futuro y sobre qué sociedad queremos. Y esta iniciativa junto a la que Naciones Unidas adoptó sobre la Agenda 2030 que persigue un crecimiento compatible con la salud del planeta, que asegure un reparto más equitativo de la riqueza y que ofrezca mejores oportunidades a todas las personas, a través de la implantación de los ODS”, ubican a la Economía Social en el centro de ambas estrategias.

El pasado 30 de enero la Comisión presentó un documento de reflexión “Hacia una Europa sostenible en 2030”, donde identificaba a la Economía Social y el desarrollo de sus ecosistemas favorables como un factor positivo para la consecución del Objetivo número 8 relativo a la promoción de un “Crecimiento económico sostenible, pleno empleo y trabajo decente”. Porque la economía social es un actor global que genera el 7% del empleo y del PIB a nivel mundial[4]. Las instituciones europeas no son ajenas a esta evolución y en este sentido, la Comisión Europea se hizo eco de este consenso favorable en torno a la economía social.

A raíz de su Comunicación de finales de 2016 sobre “Los líderes de la Europa del mañana: la Iniciativa sobre las empresas emergentes y en expansión” y de acuerdo con las recomendaciones realizadas por el Grupo de expertos de la Comisión sobre emprendimiento social, la Comisión adoptó 29 medidas a favor del sector a ser ejecutadas en 2017 y 2019 en 5 ámbitos estratégicos: 1. Acceso a la financiación; 2. Incremento del acceso a los mercados; 3. Mejora del entorno normativo; 4. Acceso a la innovación social, las tecnologías y los nuevos modelos de negocios, 5. Refuerzo de la acción exterior.

Estas medidas, muchas de las cuales siguen vigentes, constituyen la primera agenda de trabajo específica y coherente que la Comisión articula para la economía social. Una agenda que además se ha reforzado con la creación de una “Task Force” que coordina las actividades a favor de la economía social que ejecutan más de una veintena de Direcciones Generales de acuerdo con un plan de trabajo compartido, lo que está incidiendo en una mejor visibilidad y desarrollo de este modelo empresarial en la Unión Europea. Y la  doble apuesta de la Comisión que se ha consolidado, en primer lugar con la creación en octubre pasado de un nuevo grupo de expertos sobre economía social y empresas sociales, encargado de asesorar y hacer un seguimiento de las medidas a favor del sector, dando continuidad así al grupo de expertos sobre emprendimiento social que estuvo en funcionamiento hasta principios del año pasado. Y en segundo lugar con la puesta en marcha del Programa ESER, donde se van incorporando aquellas regiones europeas que establecen prioridades hacia la economía social, en forma de políticas, actuaciones concretas o planes de desarrollo y fomento de la economía social. En concreto en el año 2018 fueron 32 las regiones que solicitaron su incorporación y en 2019 ya son 55 las incorporadas para  un total de 81y siendo España el país que cuenta con mayor número de ellas.

En España, la apuesta por el cooperativismo y la economía social, está hoy sólidamente apoyada en la Estrategia Española de Economía Social 2017-2020 que aborda aspectos clave para el desarrollo del cooperativismo de trabajo.

En definitiva, se han puesto las bases para avanzar hacia una estrategia europea más ambiciosa para la economía social y es indudable que hoy cuenta con un potente entorno institucional que tendremos que salvaguardar y potenciar tras las próximas Elecciones Europeas. El Parlamento deberá contar con un Intergrupo de Economía Social, la Comisión continuará con su grupo de expertos y el CESE reforzará su Categoría y Grupo de Estudio de empresas de Economía Social. Por eso es tan necesario que las organizaciones cooperativas y de economía social de toda Europa tomemos la iniciativa en estos momentos para dar a conocer cuáles son nuestras prioridades y también cuál es nuestro proyecto para Europa y algo fundamental, ¡Vayamos de la mano!.

Pero eso no es todo, el futuro nos identifica como clave para dar respuesta a otros retos como los que derivan del mismo, cambios demográficos, cambios ambientales, cambios económicos y cambios tecnológicos, así como los derivados de la globalización…….Otra cosa diferente es la forma jurídica de empresa que va a ser prominente ante los cambios profundos que se observan en la sociedad. Eso no debe preocuparnos tanto.

Tenemos que asegurarnos que el nuevo modelo económico que surja para este próximo futuro, se preocupe por cuestiones como las señaladas anteriormente. Se preocupe por las personas. Por el empleo del futuro. Por la adquisición de competencias y habilidades para evitar que nadie se quede descolgado. Por los efectos que tendrá sobre la desigualdad y el aumento de la brecha salarial. Por la apuesta sobre la Igualdad y la conciliación de la vida laboral y familiar. Desafíos en definitiva que indican un cambio profundo en la sociedad y que va a favorecer (ya lo está haciendo), el crecimiento de otras formas de empresa que superan el binomio empleadores versus trabajadores (no siempre de la forma más ética, algo que desde la economía social estamos dispuestos a erradicar). Estamos ante una profunda transformación del empleo y del mercado laboral. Tenemos el deber de organizar mejor el mercado de trabajo para reducir significativamente el desempleo y garantizar la plena inclusión de la población activa. Las empresas de la economía social, redistribuyen la riqueza, generan una cultura de participación, corresponsabilidad y riesgo compartido.

Un modelo de empresa que está aportando soluciones a los retos y desafíos señalados. Que está generando empleo tras la crisis. Que aporta calidad al empleo debido a su estabilidad. El 80 por ciento es indefinido. El 82 por ciento a jornada completa. Las empresas de economía social son más igualitarias. Su modelo de participación contribuye a una mayor equidad salarial[5]. Están fomentando una mayor igualdad de género, con un 50% de su fuerza laboral en manos de mujeres, y promueven la solidaridad con las personas en riesgo de exclusión[6]. La economía social representa los valores y principios del modelo empresarial del futuro, donde la responsabilidad social – la obligación de incorporarla a las empresas para hacer una sociedad mejor- será fundamental para el futuro, tanto de la sociedad como del empleo. Un modelo que representa cómo la aportación de los trabajadores puede mejorar la gobernanza y eficacia de las empresas, impulsándolas hacia un comportamiento más responsable, solidario y social a la vez que competitivo. Un ejemplo de respeto al capital humano de las empresas mediante una igualdad de trato.

Todos ellos, elementos fundamentales para el establecimiento necesario de una estrategia que promueva y desarrolle este modelo de empresa, que genera un impacto social y por supuesto económico. Una estrategia que asegure una mayor contribución de la economía social al desarrollo de nuestra sociedad para hacerla más cohesionada y que dé mayores oportunidades a todas las personas. Unos objetivos con los que estamos comprometidos desde el cooperativismo y la economía social.

[1] Informe del Parlamento Europeo sobre un modelo social europeo para el futuro.

[2] Publicación Ley de Economía Social de 29 de marzo de 2011. BOE núm. 76, de 30/03/2011https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2011-5708

[3] Publicación en el BOE nº 69 de 20 de marzo de 2018. Sec. I. Pp 31278 – 31313. https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2018-3857

[4]Informe del Secretario General de Naciones Unidas. “Las cooperativas en el desarrollo social”. Julio 2017. http://undocs.org/es/A/72/159

[5] “El impacto socioeconómico de las entidades de economía social. Identificación, medición y valoración de los efectos vinculados a los principios de actuación de las empresas de la economía social”. CEPES 2011.

[6] El tejido asociativo representado por CEPES (Confederación Empresarial Española de la Economía Social) aporta 200.000 empleos para colectivos de personas que tienen grandes dificultades para acceder al mercado de trabajo.

 

Des la sectorial d’ensenyament de la UCTAIB   volem agrair el patrocini de ARÇ COOPERATIVA  i la seva confiança  amb aquesta nova etapa de la nostra revista  Còdol

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